Durante nuestra ruta de ocho días por Croacia y Eslovenia cada noche pernoctamos en una ciudad diferente. Así pues, después de pasar la primera noche en Dubrovnik y de la excursión a Mostar, la siguiente parada del viaje fue la ciudad costera de Split, para nosotros la gran sorpresa del viaje.
Su principal atractivo es el Palacio de Diocleciano que, a pesar de tener ese nombre, no es ni un palacio ni un museo, sino que se trata de un laberinto de callejuelas que se han convertido en el centro de la ciudad.
Cada tramo de muralla tiene una puerta de acceso con nombre de metal: al norte está la puerta de Oro, al sur la de Bronce, al este la de Plata y al oeste la de Hierro. Entre las puertas este y oeste está el Decumanus (Kresimirova), que separa la parte sur, donde está la residencia imperial con sus salones y templos, y la parte norte donde antes residían sirvientes y soldados.
Como su nombre indica, el impulsor de este complejo fue Diocleciano, que necesitó diez años para acabarlo y se hizo importar mármol de Italia y Grecia y columnas y esfinges de Egipto. En total, el palacio hace 215 metros de este a oeste y 181 de ancho. La muralla tiene 26 metros de altura en su punto más alto y el complejo ocupa 31.000 metros cuadrados. Actualmente, dentro del recinto viven unas 3.000 personas.
Al principio de cada calle hay unos carteles que indican que hay en cada uno de ellos para facilitar la orientación (bares, cafés, restaurados, museos …) porque es casi imposible orientarse con los nombres de las calles. Sin embargo, no os preocupéis, no os perderéis. Vayáis por donde vayáis siempre acabaréis llegando al exterior de la muralla por alguno de sus accesos.
Fuera del Palacio de Diocleciano, Split tiene un aire bastante decadente, es un municipio que recuerda bastante a las ciudades sicilianas, pero el ambiente dentro de las murallas nos cautivó. Las callejuelas empedradas y estrechas, las terrazas, la música en directo, las imponentes heladerías (a precios muy baratos)… Sinceramente, no sabríamos definir que es exactamente lo que nos cautivó, pero sin lugar a dudas nos pareció un lugar mucho más agradable que Dubrovnik.
Dentro del Palacio de Diocleciano hay numerosas atracciones turísticas. Aunque de noche ya la habíamos recorrido entero, por la mañana nos entretuvimos más y aprovechamos para entrar en la Catedral de San Domnius. De hecho, para no perder detalle, seguimos el recorrido a pie que propone la guía Lonely Planet de Croacia, obviamente, haciendo de más y de menos. Así pues, este es un posible recorrido a seguir:
- Empezar por la estatua de Gregorio de Nin, un arzobispo croata que luchó para conseguir usar el croata antiguo durante la liturgia, a quien se le debe frotar el dedo pulgar con la mano para pedir suerte y para garantizar el retorno a Split.
- Acceder al Palacio por la Puerta de Oro. En la segunda calle a mano izquierda se encuentra el Museo de la Ciudad (nosotros no entramos, pero la entrada cuesta 10 kunas).
- Siguiendo la calle Dioklecijanova llega al peristilo, punto central del Palacio, un patio ceremonial con seis columnas de granito. En la parte sur del patio está la entrada a la residencia Imperial (Protiron), que hoy en día es una especie de galería llena de paradas de regalos y al fondo de todo está la entrada a las salas del sótano (entrada 35 kunas).
- Una parada imprescindible es la Catedral de San Domnius, que preside el peristilo. Se construyó inicialmente como mausoleo de Diocleciano y se conserva prácticamente sin cambios. Es de planta octogonal y está rodeada por 24 columnas. El interior es circular y está coronado por una cúpula con dos hileras de columnas corintias y un friso que muestra a Diocleciano ya su mujer, Prisca. Existe la opción de subir al campanario desde donde se obtienen buenas vistas de la ciudad, pero los escalones son bastante altos y el tipo de escala no es muy recomendable para la gente con vértigo. Nosotros no subimos porque ya habíamos tenido suficientes escaleras el día antes en Dubrovnik. Finalmente, desde el peristilo, a mano derecha se llega al templo de Júpiter, donde hay una esfinge acéfala de granito negro que custodia la entrada, una pieza se llevó de Egipto durante el siglo V, cuando se construyó el templo.
Para acceder a la Catedral y el templo de Júpiter existe la opción de comprar una entrada conjunta, que también da acceso a la cripta, por 25 kunas.
Una vez completado todo el recorrido por el Palacio de Diocleciano un par de opciones también muy recomendables son acercarse hasta el mercado de Split, ubicado apenas saliendo por la Puerta de Plata, y hacer una caminata por el paseo que hay junto del puerto (Obala Hrvatskog Narodnog Preporoda, también llamado Riva). Por la noche es casi imprescindible sentarse en alguna de las terrazas a tomar algo.
Como con una tarde y una mañana tuvimos suficiente para recorrer los principales puntos de interés de Split, decidimos que el resto del día lo queríamos pasar descubriendo las playas croatas. La propietaria del alojamiento de Split nos había recomendado muchísimo las playas de Primosten, así que decidimos hacerle caso e ir, pero antes hicimos una parada en Trogir.
Habíamos leído que Trogir era un pequeño pueblo de sinuosas calles con mucho encanto, así que decidimos comprobarlo. Ciertamente el lugar es muy bonito. La ciudad vieja está ubicada en una isla que se recorre fácilmente, pero está totalmente encarada al turismo de manera que está llena de terrazas, tiendas… Se trata de un típico pueblecito costero que vive del y para el turismo.
Así pues, como que tampoco había mucho más que hacer que pasear decidimos seguir el camino hacia Primosten para llegar justo a la hora de comer y disfrutar de sus playas durante toda la tarde. Aunque, terminamos haciendo un mejor descubrimiento… Pero, eso lo dejaremos para el próximo artículo! 😉
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