Esa mañana nos despertamos en una habitación con vistas al Valle de los Templos de Agrigento, que debía ser la primera parada de ese día, pero antes nos esperaba un desayuno de lujo, de los que se recuerdan durante mucho tiempo. De hecho, todavía se me hace la boca agua cuando recuerdo lo delicioso que estaba aquel croissant relleno de crema pistachos que nos zampamos. Sin lugar a dudas, si algún día volvemos a Agrigento repetiremos alojamiento. El B&B Le Cinque Novelle (Via Giovanni Amendola, 24) fue espectacular! El mejor del viaje!
Visitar el Valle de los Templos de Agrigento
Así pues, con la barriga bien llena nos dirigimos hacia el Valle de los Templos de Agrigento. Hay varias puertas de acceso, aunque la principal está en la Piazzale dei Templi, donde se llega siguiendo la Vía Francesco Petrarca y la carretera provincial 4 (SP4). Allí, sin embargo, no se puede aparcar, así que hay que ir hasta un aparcamiento (vale 2 € dejar el coche, está señalizado y no tiene pérdida) y entonces caminar unos 10 minutos entre restos de algunos de los templos hasta llegar a la puerta principal.
En la zona oriental está el Templo de Hércules, el más cercano a la entrada, el Templo de la Concordia (es el mejor conservado) y el Templo de Hera.
Para ir a la zona occidental se ha de volver al punto de partida para ir a ver el Templo de Zeus, está muy destruido, el Templo de Dioscuri y el Templo de Esculapio, que se caracteriza por ser el más pequeño de todos y por tener grandes muros en lugar de una columnata. La entrada al recinto nos costó 10 € por persona (el precio en agosto de 2019 es de 15 €, 19 € si se coge la audioguía).
Aunque el lugar es espectacular, nos encontramos que a media visita comenzó a diluviar. No hay ningún punto donde te puedas refugiar, así que, a pesar de llevar impermeables y paraguas la situación era bastante incómoda.
Esto hizo que no nos atreviéramos a llegar hasta el Templo de Hera, que es el que nos quedaba más alejado, pero cuando justo decidimos dar media vuelta salió el sol (Ley de Murphy…).
Los mosaicos de Piazza Armerina
Una vez vistos todos los templos, seguimos la ruta en dirección al centro de la isla, hacia Piazza Armerina.
En las afueras de este típico pueblo siciliano hay una gran villa romana donde se conservan un gran número de mosaicos en muy buen estado: la Villa Romana del Casale. Nos estuvimos casi dos horas recorriendo todos sus pasillos y salas y contemplando todos los detalles de los maravillosos mosaicos.
Los 10 € que cuesta la entrada (precio actualizado en agosto de 2019) y los 3 € de aparcamiento (los tienes que pagar sí o sí porque no tienes ningún otro lugar donde dejar el coche) no nos dolieron para nada.
Como se nos había hecho bastante tarde decidimos detenernos a comer en una trattoria que había al lado de la carretera antes de llegar al pueblo, una gran decisión.
No fue barato, 37 € por dos personas, pero en la Trattoria La Ruota (Contrada Paratore Casale, s/n) comimos un antipasto, unos espaguetis con pistachos (son típicos de la isla) y un plato de carne que estaban para chuparse los dedos.
La llegada a Siracusa
Justo después de comer cogimos el coche y nos fuimos a Siracusa, donde hacíamos noche. Teníamos por delante casi dos horas de carretera, así que nos lo tomamos con relativa calma.
La entrada en Siracusa fue un poco caótica, además, nuestro B&B estaba en el interior de la isla Ortigia, el corazón de la ciudad, una zona donde está prácticamente prohibida la circulación de coches y aún más el aparcamiento. Sin embargo, las calles de alrededor del Ponte Nuovo, el principal acceso a Ortigia, tienen muchas plazas de aparcamiento gratuitas. Así pues tuvimos suerte de aparcar con cierta facilidad, aunque seguramente durante los meses de verano la situación se debe complicar bastante.
Una vez instalados en el B&B Globetrotter (Corso Matteotti, 45), que habíamos reservado a través de Booking por 49 € con desayuno incluido, salimos a dar un paseo por la isla, a pesar de que estábamos cansados y dejamos la mayor parte del recorrida para el día siguiente, y acabamos entrando en la Trattoria Zsa (vía Roma, 73) donde cenamos unos espaguetis al nero di sepia y unos macarrones con pez espada, uno de los pescados más consumidos en Sicilia.
Todavía no entiendo como no volvimos con cinco kilos de más después de todo lo que llegamos a comer… Pero Italia es Italia!
La mañana siguiente la aprovechamos para visitar el maravilloso teatro de Siracusa.
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